La caja… ¿qué tendrá de negra?

Cada vez que hay un accidente nos encontramos con esta tremenda e inexacta denominación. Reivindicamos desde aquí un papel más real y positivo para los nombres en la industria de seguridad.

Poco iba a imaginarse David Warren, científico australiano (cuyo padre murió en un accidente de aviación) y que revolucionó los sistemas de seguridad aérea, que el invento de su caja registradora de voz y datos iba a llamarse nada menos que… ¡CAJA NEGRA!

Si analizamos sus funciones, vemos que es una caja que ha realizado y realiza un servicio muy valioso a la seguridad aérea, a los fabricantes de aviones, a la sociedad (siempre mediática y convulsa por accidentes de transporte), a los gobiernos, y a las víctimas y sus familiares, que necesitan saber y conocer lo que pasó para que no se repitan los hechos.

Un utilísimo instrumento para la responsabilidad social, corporativa y para el género humano que ama la vida. Es la semilla que puede explicar lo que realmente pasó: la realidad objetiva con voz y datos. Una caja pues, que más que negra, es luminosa, esclarecedora y justiciera.

¿Quizás sea negra por su color? Pues tampoco, su nombre no responde a la realidad, porque negra lo es bien poco. Por motivos obvios de localización tiene colores estridentes (naranja, amarillo… etc.) Y si el nombre no responde a una función objetiva ni a su color, ¿por qué no dejamos de llamarla negra para sacarla de lo trágico y la desgracia? Su misión es objetivar un accidente, y ayudar, dar servicio y justicia social a los siguientes usuarios.

¿Será que ya no sabemos ver lo positivo, o que estamos atrapados por los medios sensacionalistas que la tildaron misteriosamente de “accidentes con oscuras causas”, en el inicio de la industria, para atraer, vender, con más titulares? Porque objetivamente de negro solo tiene lo luctuoso, nada más.

Y lo luctuoso es un “tinte” emocional ya innecesario y que poco aporta. ¿Y qué decir acerca del lastre emocional del nombre para las víctimas y familiares en un momento tan difícil, esperando a que saquen “su caja negra” para saber lo que les pasó? ¿Por qué no llamarla sencillamente Caja Registradora de Seguridad, Caja Fuerte Registradora, Caja Esperanza, Caja TESTIGO, Caja de la Vida, Caja SALVAVIDAS, Caja WARREN… u otras denominaciones más reconfortantes, positivas y esperanzadoras para todos para que unos hechos accidentales no vuelvan a ocurrir?

¿Negra? Ni lo es, ni se lo merece nadie. Sólo aquellos que quieran justificar lo injustificable, por la mala suerte, o lo fortuito. Algo contrario al espíritu de su creador y a las expectativas de la sociedad de hoy que demanda responsabilidades, claridad y transparencia.

La caja negra es pues un nombre más vinculado a la sentencia luctuosa de una tragedia, que a su función loable: esclarecer lo que ocurrió y disponer de una guía para saber, conocer y salvar  a nuevas vidas en un futuro. Puede ser un motor de justicia, de cambio, de corrección y mejora para la seguridad en el transporte de personas.

Y eso sí es bueno para las víctimas. Esas cajas pueden llevarse por delante a poderosas personas e instituciones. Es una nueva oportunidad de vivir mejor para los demás o de volver a vivir a los que sobrevivieron. Porque en estos accidentes tampoco y siempre todos mueren. Y merecen además un respeto.

¿No sería hora ya de nombrar en positivo ese magnífico aparato que hace explicable y justificable lo inexplicable y que es salvador potencial de futuras tragedias? Rendiríamos así un tributo merecido y un reconocimiento muy responsable a su creador, el australiano David Warren.

Desde Nombrand, muchas gracias. Lucharemos porque de una vez deje de ser negra y sea de luz.

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