Crear una marca de automóviles significa construir una forma de vida. Las marcas de coches se han convertido en referentes para el público, y mientras que unas focalizan su mensaje en la elegancia, otras lo hacen en la deportividad y muchas otras en la funcionalidad. Es por eso que la mayor parte de los usuarios, a la hora de escoger un automóvil, no solo eligen el producto y su calidad, sino también la marca de la misma. Reconozcámoslo, no es lo mismo decir que te has comprado un BMW que un Dacia, con todo el respeto a esta última marca. Más allá de la calidad del producto, el nombre de marca adquiere una importancia crucial en la decisión de compra de los usuarios.
Pero el naming de los automóviles no es fácil de escoger, y muchas de las grandes marcas a lo largo de la historia han encontrado ciertos escollos a la hora de crear la marca de un nuevo modelo de coche. ¿Quieres saber cuáles son los casos más sonados?
DESCARGA EL EBOOK: BRANDING DIGITAL, MÁS BRANDING QUE NUNCA
Crear una marca de automóvil no es una tarea fácil
El naming de una marca es crucial para su éxito, ya que este nombre es el depositario de todos los valores de la marca principal y también de los valores que el nuevo modelo de automóvil adquiera.
En los modelos clásicos, el naming era el resultado de una metodología menos exhaustiva, pero igual de compleja. De ahí que haya automóviles vintage que tengan nombres de marca llamativos que han acabado por hacer historia. Os dejamos algunos ejemplos de las circunstancias que tuvieron que sortear algunos de los responsables de estas empresas al crear la marca de uno de sus coches:
Un ejemplo mundialmente conocido es el de Porsche 911. La marca, que creó este nuevo modelo en 1963 escogió el número 901 como naming sin pensar en las complicaciones que se encontraría por el camino. Uno de los principales escollos fue el de la marca Peugeot, que reclamó a Porsche la propiedad del número 901 por ser el modelo de naming (tres números con un 0 en medio) que había estado utilizando durante toda su historia. La marca alemana tuvo que rectificar y cambiar el nombre del modelo por 901, que finalmente pasaría a la historia. Aunque la cosa no quedaría aquí, ya que años más tarde el servicio de emergencias de EEUU pasó a ser el 911. Esta vez Porsche ganó la batalla y no tuvo que cambiar el naming de uno de sus coches franquicia. Crear una marca para automóviles, por lo tanto, no es una tarea fácil.
Otro ejemplo es el del archiconocido modelo de Volkswagen, el Golf. Teniendo en cuenta la arquitectura de marca de la empresa automovilística alemana a la hora de crear marcas de coche, todo indicaba que el modelo Golf seguiría el mismo patrón que los anteriores. Esta arquitectura está basada en los nombres de los vientos de determinadas zonas, que dan nombre a los modelos. Algunos ejemplos son el Passat (que se trata de un viento pasajero), el Scirocco (un viento propio de las latitudes del Mediterráneo) o Jetta, que significa corriente de chorro.
El Golf, aunque también hace referencia a la palabra golfstrom o corriente del golfo, podría también estar relacionado con una divertida anécdota sobre un caballo. Al parecer, según esta otra versión, el naming Golf proviene del nombre del caballo de carreras de Hans-Joakim Zimmerman, un importante directivo de Volkswagen desde 1965 a 1995. El presidente de la compañía, Horst Münzner, quedó tan impresionado que según cuentan decidió bautizar el nuevo modelo de su marca como Golf.
Independientemente de la veracidad de algunas de estas historias, lo que queda claro es que crear una marca de automóviles resulta una tarea compleja y a veces afortunada. Nunca se sabe si un automóvil va a convertirse en una leyenda, pero sí que hay que aprender algo de todo esto: crear una marca de coches debe hacerse con el mimo y la ambición de llegar a serlo.