Desde luego, nadie es profeta en su tierra. Y si no, que se lo pregunten a las marcas de automóviles en España. Ferruccio Lamborghini (curiosamente un obsesivo Tauro zodiacal), admiraba los toros bravos españoles por su potencia y su fuerza. Cuando era joven, al detectar unos problemas con su Ferrari y darlos a conocer al propio Enzo Ferrari (que no los valoró y, según parece, incluso se molestó), el entonces constructor de camiones y tractores decidió construir su propia “máquina” para mejorarlos…
Fiel a su pasión taurina, a su obsesión como tauro, y en este caso a un posicionamiento de marca y producto claro, bien alineado y coherente con la deportividad de sus lujosos y poderosos modelos, Lamborghini no dudó en bautizar los nombres de algunos de estos coches con algunos toros legendarios españoles. Un valiente reto y estrategia que ninguna marca en España se había atrevido a hacer.
Lamborghini Islero, Gallardo, Diablo, Aventador, Murciélago, Miura, Jalpa… son ejemplos de toros bravos españoles con una amplia y rica historia, que fueron inspirando los diversos modelos de la marca, ilustrando su fuerza, potencia, pasión, bravura y resistencia. Así construyó una estrategia de naming de valor para su marca Lamborghini.
Y es que en naming frecuentemente una sola palabra basta para posicionar donde se quiere estar. Y si además tiene leyenda o una rica historia que contar y lo ilustra, aún mejor: obtendremos más significados y una narrativa que seduzca e identifique al privilegiado comprador de ese algo único y poderoso.
Aunque no todo son luces en esa estrategia de Lamborghini que, en algún momento, ¿quizás no se cuida lo suficiente? O por sostenibilidad no resiste el paso del tiempo, al cambiar los valores de la sociedad.
Se trataría del Lamborghini REVENTÓN, en honor al toro “Reventón” de la ganadería de Don Rodríguez que mató al torero Félix Guzmán, un doble fiasco por nombre y por su macabra historia. Creo que a pocos les gustaría tener esas credenciales de fiabilidad y fatalidad con una joya del automóvil que vale 1 millón de Euros, pesa 500 kilos y del que se fabricaron solo 20 unidades. ¿O quizás también la vanidad “revienta” también el saco de lo lógico?
Dejando al margen el debate sobre la ética social y animal de la fiesta, observamos pues que, un naming equivocado en un sistema amplio de nomenclatura puede quitar credibilidad o arruinar los muchos años de esfuerzos en construir una marca y todos sus productos afectados. Un riesgo que ahí está.
Es una decisión de naming que, acertada o no, puede costar mucho dinero hoy, y al pasado y el futuro de las marcas.